Castelo de Penha Garcia

Nos encontramos en Penha Garcia, municipio de Idanha-a-Nova, distrito de Castelo Branco (Portugal). Se trata de un castillo fronterizo, situado en la vertiente sur de la sierra de Penha Garcia, ramal de la sierra de Malcata, dominando el valle del río Ponsul, desde los restos de sus murallas se puede disfrutar de una amplia vista de los alrededores.

La ocupación humana primitiva se remonta al Neolítico, más tarde romanizado, se cree que estuvo vinculado a la exploración de oro aluvial en el río Ponsul, practicada hasta fines del siglo XX.

El castillo pudo ser construido por iniciativa de Sancho I de Portugal, en el marco de la política de fortificación que desarrolló en la región de Beira ante las amenazas que planteaban entonces el Reino de León por el este y los musulmanes por el sur. Afonso II de Portugal donó los señoríos de Penha García y su castillo a la Orden de Santiago en 1220, para que pudieran ser poblados y defendidos.

Afonso III de Portugal concedió fuero a la villa el 31 de octubre de 1256. Mas tarde Dinis I de Portugal donó la villa y su castillo a la Orden del Temple en 1303. Poco después, ante la extinción de la Orden, pasaron a la Corona en 1310. Estos mismos bienes pasarían a la recién creada Orden de Cristo el 26 de noviembre de 1319.  Afonso V de Portugal donó Penha García a la encomienda el 9 de febrero de 1481.

Todavía en la época, la fortificación es retratada por Duarte de Armas en su “Livro das Fortalezas” (1509), mostrando una ciudadela fortificada, sobre afloramientos rocosos, de planta ovalada y rodeada por una doble barbacana, rota por dintel recto puertas y aprovechando la topografía del terreno en varias zonas; el exterior está defendido por un torreón circular, desgarrado por aspilleras cruciformes; en el centro de la ciudadela, el torreón hexagonal, con la zona poligonal más expuesta; junto a él, una cisterna rectangular; tenía horno, galpón, cocina y despensa.

El pueblo recibió el “Foral Novo” el 1 de junio de 1510. A partir del siglo XVII, su encomienda pasó a los Condes de São Vicente da Beira.

En las “Memorias Parroquiales” (1758) informan que la villa pertenecía al rey y tenía 90 vecinos; el castillo estuvo rodeado de murallas y guarnecido en tiempo de guerra, teniendo una sola puerta, protegida por baluartes y una pieza de artillería; tenía dos cisternas, un horno, la casa del Gobernador, una torre, una caseta de vigilancia y, al norte, almacenes; a dos tiros de distancia, en un acantilado de enfrente, apareció una torre de vigilancia, también tripulada en tiempo de guerra.

En el siglo XIX, con la extinción del Municipio el 6 de noviembre de 1836, se inició el proceso de degradación del castillo, agravado por las actividades de los buscadores de tesoros. Las ruinas existentes corresponden a la residencia del alcalde con patio de entrada y aljibe. Se mantiene la construcción de otro de los aljibes y los muros almenados correspondientes a la residencia del gobernador. La Junta Parroquial de Penha Garcia llevó a cabo la construcción de la escalera de acceso al complejo y la restauración de sus muros.

Se trata de un ejemplo de arquitectura militar medieval. Muy cerca se encuentra la Igreja Matriz de Penha Garcia, por donde se accede al Castillo a través de unas escaleras de pizarra, donde se pueden ver varios fósiles. El castillo consta de la residencia del alcalde y un conjunto de murallas, además de dos aljibes y una torre. La residencia del alcalde forma parte de una plaza, construida por un patio de entrada, un aljibe y dos habitaciones en la planta baja. La altura del edificio representada en los planos existentes, presupone la existencia de una planta superior con más habitaciones. La torre del homenaje tenía una forma hexagonal irregular. Junto al castillo existía una valla exterior de planta ovalada, defendida por un torreón cuadrangular.


La Leyenda del Juramento de la Justicia

Una leyenda local cuenta que D. García, alcalde del Castillo de Penha García, en una noche de tormenta, secuestró a D. Branca, una joven de rara belleza, hija del poderoso gobernador de Monsanto. Después de meses de persecución incesante, D. García finalmente fue capturado en las laderas de la cordillera por los hombres del gobernador. Si bien prácticas de este tipo, en su momento, estaban penadas con la pena capital, ante los insistentes llamamientos de su hija, el gobernador perdonó la vida a D. García, condenándolo, alternativamente, a la pérdida del brazo izquierdo, en prenda de justicia. Según los lugareños, la legendaria figura del cercenado sigue vigilando, desde lo alto de las torres, el imponente cerro de Monsanto.





No nos vamos de esta bonita freguesía sin hacer una pequeña pero muy bonita ruta senderista de apenas 4 kilómetros que nos lleva desde el puesto de turismo, por las callejuelas hasta el castillo, para descender, pasar por la presa entre restos fósiles de icnitas, llegando hasta unos molinos en el cauce del río y vuelta al pueblo. Muy recomendable.



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